¡Bienvenido a otro post con sello Mentwin, el de los gemelos que no nacimos aprendidos, pero sí con ganas de comernos el mundo! Si alguna vez te han vendido que emprender es glamour, coworkings con café gratis y éxito rápido… hoy venimos a desmontarte el mito. Porque la mentalidad emprendedora real se construye con calle, humildad y, sobre todo, con una buena dosis de ******* (aguante).
En este artículo vamos a hablarte de lo que no se enseña en los cursos o másteres: cómo forjar carácter cuando todo tiembla, cómo gestionar la frustración cuando te esfuerzas y no llegan los resultados, y por qué la humildad, el gen competitivo y la capacidad de adaptarte son tus mejores aliados para construir un negocio que dure.
Nos sumergimos en aprendizajes reales —de esos que duelen pero enseñan— y compartimos contigo ideas prácticas para que fortalezcas tu mente emprendedora desde hoy, sin excusas, sin atajos. Porque aquí no se trata de participar… se trata de salir a ganar:
Humildad: el pilar olvidado de la mentalidad emprendedora
“No tienes que saberlo todo, pero sí estar dispuesto a aprenderlo todo”
Cuando empezamos a emprender, uno de los mayores errores fue pensar que teníamos que demostrar algo. Mostrar que sabíamos, que podíamos con todo. Hasta que la vida, los clientes y los errores nos bajaron los humos. Ahí descubrimos una de las claves de la mentalidad emprendedora: la humildad.
Aceptar que no sabes todo, que te puedes equivocar, que necesitas rodearte de gente que sepa más que tú… eso es de valientes. La humildad te permite preguntar sin miedo, pedir ayuda, revisar tus creencias y crecer con cada feedback.
Ejercicio práctico:
Haz una lista honesta de las 3 cosas que más te cuestan en tu negocio. Luego busca a alguien que sea bueno en eso y proponle una charla, una mentoría o incluso colaborar.
El ego no construye negocios, la humildad sí
A lo largo de estos años hemos conocido muchos perfiles: el sobrado, el que no escucha, el que lo sabe todo… Casi ninguno de esos sigue en pie. Porque el mercado no perdona la soberbia. Si quieres desarrollar una mentalidad emprendedora de verdad, empieza por vaciar tu taza. Solo así puedes llenarla de nuevo.
¿Y qué hay detrás del ego? Muchas veces es miedo. Miedo a parecer débil, a no saber, a que te juzguen. El ego aparece como un mecanismo de defensa: cuanto más inseguro estás, más necesitas proyectar seguridad. Pero el problema es que el ego impide el aprendizaje. Te pone una coraza tan dura que ya no entra ni el feedback que necesitas para mejorar.
El ego también se alimenta del entorno: vivimos en una sociedad que premia la imagen por encima del proceso, el éxito visible por encima del esfuerzo silencioso. Y eso hace que muchos emprendedores se pongan una máscara de “tengo todo bajo control” cuando por dentro están perdidos.
«La humildad no es pensar menos de ti, es pensar menos en ti» – C.S. Lewis
Ser humilde no es dudar de tu talento, es tener la valentía de mostrarte tal como eres. De decir “no sé” sin miedo. De dejar espacio para aprender, colaborar y crecer. Y sí, es incómodo al principio. Pero a la larga, es lo que te hará avanzar de verdad.
La calle enseña más que cualquier MBA
La actitud emprendedora nace en la acción, no en la teoría
Mes de julio, pleno verano, y ahí estábamos Víctor y yo, dos chavales jóvenes con muchas ganas de buscarnos la vida, apuntándonos a una oferta para vender fibra óptica. ¿Necesidad? Ninguna aparente: vivíamos con nuestra madre. ¿Motivación? Todas: queríamos aprender, curtimos en la calle, probar, fallar, crecer.
Ese mes fue durísimo. No solo por el calor o el rechazo diario. Encima, nos engañaron y ni siquiera cobramos las comisiones por las ventas que conseguimos. Pero, ¿sabes qué? Ahí es donde empieza el aprendizaje de verdad. En la acción. En meter la vida en movimiento. En no esperar a que te llegue la oportunidad perfecta.
Ahí entendimos que emprender no se trata de que te salga todo bien. Se trata de exponerte. De vivir. Porque cada vez que eliges moverte, sin atajos ni excusas, das un paso hacia el siguiente nivel.
Hay emprendedores que llevan meses (o años) formándose y todavía no han lanzado nada. Están esperando sentirse preparados. Nosotros también fuimos esos. Hasta que entendimos que la mejor escuela era salir a vender, hablar con gente, equivocarnos y volver a intentarlo.
Esa es la esencia de la mentalidad emprendedora: aprender haciendo. Porque ningún curso te va a preparar para esa sensación de que todo se tambalea, ni para ese primer cliente que te dice que no, ni para el día que no sabes si vas a llegar a fin de mes.
Consejo real:
Sal a la calle (o a LinkedIn) y presenta tu proyecto a 10 personas que no te conocen. No para venderles, sino para escuchar su opinión. Apunta todo lo que te digan. Ahí está el oro molido.
Las habilidades comerciales se aprenden desde la acción
Si algo nos ha enseñado la experiencia es que nadie nace sabiendo vender. Se aprende. Y la forma de aprenderlo es saliendo al mundo: puerta fría, networking, eventos, entrevistas, rechazo. Da igual, lo importante es exponerte. No es cómodo, pero sí necesario.
Porque vender no es hablar mucho, ni tener labia, ni cerrar como si fueras el lobo de Wall Street. Vender es conectar. Es escuchar. Es detectar qué necesita la otra persona y ver cómo puedes ayudarle. Y eso solo se entrena practicando. La venta es más psicología que persuasión. Más empatía que presión. Más preguntas que respuestas.
Nosotros también fuimos de esos que llevaban tarjetas sin saber cómo usarlas. Que íbamos a eventos con la esperanza de que alguien nos pidiera lo que vendíamos. Hasta que entendimos que el foco no está en ti, sino en la persona que tienes delante. El verdadero talento comercial nace cuando dejas de pensar en convencer y empiezas a pensar en entender.
Y no siempre tendrás resultados inmediatos. A veces pasarán semanas sin una sola venta. Y ahí es donde muchos se rinden. Pero si persistes, aprendes. Porque cada conversación, cada objeción y cada cierre fallido es un entrenamiento valiosísimo para tu mente emprendedora.
3 claves para mejorar tus habilidades comerciales desde ya:
- Sal a escuchar, no a vender. En lugar de hablar de ti, haz preguntas. Interésate de verdad por la otra persona. Eso te dará más información de la que imaginas.
- Prepara tu pitch, pero no lo sueltes como un robot. Ten claro qué haces, a quién ayudas y cómo. Pero adáptalo al contexto. Las personas conectan con historias, no con discursos memorizados.
- Acepta el rechazo como parte del proceso. Cada “no” te acerca a un “sí”, pero solo si lo analizas. ¿Por qué te dijeron que no? ¿Cómo podrías mejorar tu mensaje o a quién se lo estás contando?
Competitividad sana vs. conformismo: gana quien quiere más
Participar está bien, pero ganar es mejor
Si algo nos ha enseñado la experiencia es que nadie nace sabiendo vender. Se aprende. Y la forma de aprenderlo es saliendo al mundo: puerta fría, networking, eventos, entrevistas, rechazo. Da igual, lo importante es exponerte. No es cómodo, pero sí necesario.
Porque vender no es hablar mucho, ni tener labia, ni cerrar como si fueras el lobo de Wall Street. Vender es conectar. Es escuchar. Es detectar qué necesita la otra persona y ver cómo puedes ayudarle. Y eso solo se entrena practicando.
Nosotros también fuimos de esos que llevaban tarjetas sin saber cómo usarlas. Que íbamos a eventos con la esperanza de que alguien nos pidiera lo que vendíamos. Hasta que entendimos que el foco no está en ti, sino en la persona que tienes delante.
3 claves para mejorar tus habilidades comerciales desde ya:
Acepta el rechazo como parte del proceso. Cada “no” te acerca a un “sí”, pero solo si lo analizas. ¿Por qué te dijeron que no? ¿Cómo podrías mejorar tu mensaje o a quién se lo estás contando?
Sal a escuchar, no a vender. En lugar de hablar de ti, haz preguntas. Interésate de verdad por la otra persona. Eso te dará más información de la que imaginas.
Prepara tu pitch, pero no lo sueltes como un robot. Ten claro qué haces, a quién ayudas y cómo. Pero adáptalo al contexto. Las personas conectan con historias, no con discursos memorizados.
«No hay nada de malo en querer ganar. Lo malo es rendirse antes de intentarlo.»
¿Cómo se gestiona la frustración cuando no ganas?
Aquí viene la parte dura: a veces lo das todo y no lo consigues. Has entrenado, has trabajado, has invertido… y aún así el resultado no llega. Esa frustración es parte del camino, y hay que saber digerirla sin que te detenga.
Lo primero es dejar de interpretar un «fracaso» como algo negativo. No ganar no significa perder, significa aprender. En cada intento hay un dato nuevo, un ajuste que puedes hacer, una lección que no tenías antes.
Estrategias para gestionar la frustración:
- Evalúa el proceso: ¿has hecho todo lo que podías?
- Analiza los errores con frialdad, sin juicio.
- Busca feedback externo: a veces el ángulo que te falta está en otra mirada.
- Redefine tus metas a corto plazo: ganar no siempre es el resultado final, a veces es seguir en pie.
Y sobre todo, no te compares con quien ya lleva 10 años más en la pista. Compararte con otros sin contexto es la forma más tonta de robarte el impulso.
Adaptarse o morir: el superpoder del emprendedor real
La forma de pensar como emprendedor cambia con cada etapa
Al principio crees que emprender es tener una idea y llevarla a cabo. Pero pronto descubres que el mercado, los clientes y la vida tienen otros planes. Y si no te adaptas, te pasan por encima.
Una mentalidad emprendedora real no se aferra a la idea, se apega a la evolución. Porque a veces el camino que tú pensabas no es el que el mercado quiere. Y eso está bien. Solo si sabes escuchar y cambiar de rumbo cuando toca.
Las 4 etapas típicas del emprendedor (y su mentalidad)
- Etapa 1 – La chispa (ilusión): Tienes una idea que te emociona y piensas que será un éxito seguro. Aquí abunda la motivación pero también la ingenuidad. Se sobrevalora el producto y se subestima la venta.
- Etapa 2 – El choque (realidad): Empiezas a moverte y te das cuenta de que nadie te espera. Hay rechazo, errores y muchos “no”. Es el momento en el que muchos abandonan o ajustan su visión. Aquí es clave el aprendizaje ágil y la capacidad de escuchar al mercado.
- Etapa 3 – El ajuste (adaptación): Empiezas a entender a tu cliente. Cambias cosas, pruebas nuevas formas, mejoras procesos. Aquí la mentalidad se vuelve más flexible, más humilde, y se enfoca en ofrecer valor, no solo en ejecutar una idea.
- Etapa 4 – La consolidación (sistema): Tienes algo que funciona. Escalable o no, pero funciona. Y ahora necesitas mentalidad de gestión: equipo, procesos, visión a largo plazo. Aquí el reto ya no es solo crecer, es sostener y escalar sin perder el alma.
«No se trata de tener razón, sino de tener impacto. Y para eso, hay que estar dispuesto a cambiar.»
Cada etapa te pide una mentalidad diferente. Y si no sabes soltar la anterior, te quedarás atascado. Por eso, la flexibilidad mental y la humildad para desaprender son habilidades clave para cualquier emprendedor serio.
La adaptación constante como estrategia de supervivencia
Muchos emprendedores fracasan porque se niegan a cambiar. Y el mundo no para. La tecnología, el consumidor, las reglas del juego. Todo cambia. Si tu mentalidad no está preparada para soltar lo que ya no funciona, vas a sufrir.
Una de las herramientas más valiosas para adaptarte es el feedback constante de tus clientes. Tanto si estás validando un MVP como si ya tienes un negocio consolidado o en fase de crecimiento, preguntar es la clave. Tus primeros clientes son verdaderos maestros: te muestran si estás resolviendo un problema real o simplemente vendiendo una ilusión.
No se trata solo de hacer encuestas. Se trata de tener conversaciones reales, de observar su comportamiento, de analizar qué te compran, qué no y por qué. Esas señales te permiten tomar decisiones con datos reales y evitar enamorarte de tu idea más de lo necesario.
Escuchar activamente a tus clientes te ayuda a anticiparte a sus necesidades, detectar oportunidades antes que la competencia y mantener tu negocio alineado con lo que el mercado valora de verdad. Y eso, en un entorno cambiante, es oro puro.
“Tus clientes te están hablando todo el tiempo. El verdadero problema es que la mayoría de emprendedores no escucha.”
La mentalidad emprendedora no se mide por cuánto insistes en tu visión, sino por cuánto evolucionas con el entorno. Adaptarte no es rendirte. Es tener la inteligencia de redirigir el barco antes de que se hunda.
Haz de la adaptación tu ventaja competitiva. Porque el mercado no espera. Y los que no cambian, desaparecen.
Práctica:
Haz una auditoría de tu negocio cada trimestre. Pregúntate:
- ¿Qué estoy haciendo por inercia?
- ¿Qué parte de mi negocio necesita una vuelta?
- ¿Dónde está yendo el mercado y yo aún no?
La mentalidad emprendedora también es cuestión de observación y acción rápida.
Mentalidad emprendedora: el talento suma, pero la mentalidad gana partidos
Muchos emprendedores fracasan porque se niegan a cambiar. Y el mundo no para. La tecnología, el consumidor, las reglas del juego. Todo cambia. Si tu mentalidad no está preparada para soltar lo que ya no funciona, vas a sufrir.
Una de las herramientas más valiosas para adaptarte es el feedback constante de tus clientes. Tanto si estás validando un MVP como si ya tienes un negocio consolidado o en fase de crecimiento, preguntar es la clave. Tus primeros clientes son verdaderos maestros: te muestran si estás resolviendo un problema real o simplemente vendiendo una ilusión.
No se trata solo de hacer encuestas. Se trata de tener conversaciones reales, de observar su comportamiento, de analizar qué te compran, qué no y por qué. Esas señales te permiten tomar decisiones con datos reales y evitar enamorarte de tu idea más de lo necesario.
Incluso en negocios ya avanzados, hablar con los clientes puede marcar la diferencia entre estancarte o crecer. A veces no necesitas una nueva estrategia de marketing, sino una simple conversación con tus mejores clientes. Ellos mismos te dicen qué valoran, qué falta y qué podrías mejorar.
“Tus clientes te están hablando todo el tiempo. El verdadero problema es que la mayoría de emprendedores no escucha.”
La mentalidad emprendedora no se mide por cuánto insistes en tu visión, sino por cuánto evolucionas con el entorno. Adaptarte no es rendirte. Es tener la inteligencia de redirigir el barco antes de que se hunda.
Haz de la adaptación tu ventaja competitiva. Porque el mercado no espera. Y los que no cambian, desaparecen.
¿Lo estás viviendo o solo lo estás pensando?
Si has llegado hasta aquí, pregúntate:
- ¿Estoy esperando a estar listo o ya estoy en el ruedo?
- ¿A qué le tengo miedo realmente?
- ¿Qué puedo hacer hoy para fortalecer mi mentalidad emprendedora?
Porque al final, lo que separa a los que lo intentan de los que lo logran no es el talento. Es la mentalidad.
Si te ha molado lo que has leído, te recomendamos ver alguno de los mejores episodios de nuestro programa de emprendimiento (y vida):