Bienvenido a un nuevo post de los gemelos de Mentwin. Hoy no venimos a hablarte de atajos vacíos ni de planes de negocio eternos que nunca se ejecutan. Venimos a hablarte de algo mucho más importante: cómo empezar un negocio real en solo siete días, con intención, acción y propósito.
Porque emprender no es esperar a tenerlo todo perfecto. Es moverte con lo que tienes, escuchar al mercado y construir mientras caminas. Hoy te traemos una guía práctica, día a día, basada en la experiencia real de emprendedores como Isabel Hervás, que comenzó su proyecto sin stock, sin escaparate, y con una historia que contar.
Prepárate para dar el primer paso sin miedo, con cabeza, corazón y muchas ganas de hacer algo tuyo.
Siete días. Una idea. Y todo por construir.
El primer paso para empezar un negocio: Define tu idea sin miedo a equivocarte
He hablado con muchos emprendedores que, como Isabel Hervás, empezaron sin mapa, sin estructura, sin tener todas las piezas ordenadas. Y te confieso algo: cuanto más escucho estas historias, más claro lo tengo… emprender no va de tenerlo todo planificado, va de atreverse a empezar (aunque ojo, depende de la pasta que pongas en juego tendrás que planificar más o menos, a mayor riesgo, más planificado deberás tenerlo todo, pero este no es el caso de hoy).
Isabel lanzó su primer negocio prácticamente en una semana. No tenía tienda, ni stock, ni siquiera un nombre consolidado. Solo tenía su talento, una necesidad de expresarse y muchas ganas de crear algo con sus manos. Y lo hizo. ¿El resultado? Un primer paso que, sin saberlo, le cambió la vida.
Y te entiendo, yo también he sentido esa presión de “tener que tenerlo todo claro” antes de arrancar. Pero la verdad es que, en los inicios, el movimiento vale más que la perfección.
Lo que verdaderamente impulsa una idea: pasión y propósito
Con el tiempo he aprendido que las mejores ideas nacen de una mezcla poderosa: pasión por lo que haces y el deseo de aportar algo a los demás. Isabel encontró esa combinación casi sin buscarla. Su pasión por la costura y su sensibilidad estética se unieron a un propósito claro: hacer sentir bien a las personas con lo que vestían el día de su boda.
Y eso, créeme, se nota. Cuando lo que haces nace desde un lugar auténtico, se transmite. No hace falta tener un pitch perfecto ni una estrategia de ventas pulida. Basta con que creas en lo que estás ofreciendo y que lo hagas con el corazón puesto en ello.
Si estás leyendo esto y no sabes por dónde empezar, pregúntate:
¿Qué me gusta hacer incluso cuando no me pagan?
¿A quién podría ayudar con eso que ya sé hacer?
Ahí suele estar el comienzo.
Nada fue fruto de objetivos: fue el deseo de crear
Una de las cosas que más me impactó de nuestra conversación con Isabel fue cuando nos dijo que nada de esto había sido fruto de una lista de objetivos. No hubo un Excel con metas a 3 años. Todo nació del impulso por crear. Punto.
Y me vi reflejado. Nosotros también hemos empezado cosas sin tener todo claro. Muchas veces, lo que detiene a las personas no es la falta de recursos, sino el exceso de expectativa: quieren que su primer paso sea el definitivo, el impecable, el que encaje todo.
Pero no funciona así. El emprendimiento real no es lineal. Es caótico, orgánico, muchas veces improvisado. Y eso está bien. Porque lo importante al principio no es tener control, sino tener intención.
Empezar desde lo que te mueve es mejor que buscar lo perfecto
Si algo he aprendido después de muchas entrevistas, y también de nuestra propia experiencia, es esto: lo perfecto no existe al empezar, y si lo buscas, solo retrasas tu despegue. De hecho una frase que repito mucho y leí hace ya algún tiempo es que si echas la vista atrás y no te avergüenzas de la primera versión de tu producto o servicio es que empezaste muy tarde.
Hay algunos pasos clave para empezar un negocio desde cero. Cuando Isabel arrancó, no tenía ni branding, ni identidad corporativa, ni página web. Solo tenía una propuesta: “esto es lo que sé hacer, ¿te gustaría tenerlo?”. Y fue suficiente. Porque lo que verdaderamente conecta con los demás es la honestidad de empezar con lo que tienes, no la apariencia de tenerlo todo.
Y te digo más: cuanto más sencillo empieces, más fácil será ajustar, cambiar y evolucionar. Si empiezas con una megaestructura, luego cuesta más romperla.
Crea tu marca con lo que tengas a mano
No necesitas un branding de agencia para empezar con fuerza
Hay un error que se repite mucho en los emprendedores que están arrancando: creer que sin una identidad de marca “pro”, nadie los va a tomar en serio.
Cuando estás en la fase inicial de un proyecto, lo importante no es tener un diseño espectacular ni una identidad gráfica de diez. Lo importante es que tu marca refleje quién eres, qué haces y por qué lo haces. Una identidad sincera, aunque esté hecha con recursos básicos, puede transmitir mucho más que una marca diseñada por una agencia si no tiene alma.
Tu primer logo puede ser hecho en Canva. Tus primeros colores pueden salir de tu gusto personal o de una imagen que te inspire. Lo clave es que haya coherencia entre lo que comunicas y lo que representas.
No dejes que la estética te frene. Lo esencial es mostrarte con honestidad y construir desde ahí. Lo visual se puede mejorar más adelante. La intención no.
La formación empresarial es clave para empezar un negocio desde cero
Ahora, ojo con esto: mientras muchos pensarían que lo más decisivo en su crecimiento fue el producto o la marca, Isabel lo dejó clarísimo en la entrevista: “Lo que fue 100% clave en mi trayectoria fue haberme formado en gestión empresarial”.
Y aquí quiero hacer una pausa.
Porque este punto muchas veces se pasa por alto. Nos obsesionamos con lo visible —marca, redes, estética—, pero olvidamos que sin saber cómo funciona un negocio por dentro, todo se desmorona.
Isabel invirtió tiempo y energía en entender cómo gestionar su negocio: desde calcular costes, hasta aprender a delegar, organizar procesos y tomar decisiones financieras con cabeza. Eso fue lo que le permitió sostener su marca en el tiempo, no solo tener una estética bonita.
Y aquí te dejo una verdad incómoda: si no te formas en lo que no se ve, tu negocio no crece.
Y sí, puedes empezar con vídeos en YouTube, libros, cursos o mentores… pero empieza.
Cuando vendes desde la necesidad… el cliente lo nota
Te lo digo claro porque lo he vivido en carne propia y lo he escuchado de boca de muchos emprendedores: cuando vendes desde la desesperación, se nota… y espanta.
Hay una energía distinta cuando tu mensaje está teñido de urgencia económica, miedo o ansiedad. No hace falta decir “necesito vender” para que se perciba. Se percibe en el tono, en el exceso de presión, en las prisas, en la falta de autenticidad. Y el cliente lo siente.
Esto no significa que no tengas necesidades reales. Todos pasamos por momentos donde necesitamos ingresos, validación o resultados rápidos. Sobre todo en las etapas iniciales de tui emprendimiento hasta que llegan los resultados. Pero si esa necesidad domina tu comunicación, pierdes poder y conexión.
Lo que he aprendido —y también vimos reflejado en el caso de Isabel— es que las ventas fluyen mejor cuando no intentas convencer, sino compartir. Cuando te centras en mostrar lo que haces con convicción, desde tu verdad, desde ese lugar donde no estás suplicando que te compren, sino ofreciendo valor con tranquilidad.
¿Y cómo se consigue eso? Dándote el permiso de empezar pequeño, real y sin expectativas tóxicas. La validación empieza por compartir lo que haces con tu entorno más cercano, sin filtros y sin presión.
Las primeras ventas llegaron sin stock ni escaparate
Una de las cosas más reveladoras que surgen cuando hablamos con emprendedores es que las primeras ventas casi nunca llegan cuando “todo está listo”. De hecho, en muchos casos —como el de Isabel— llegaron cuando aún no había stock, ni tienda, ni escaparate, ni catálogo completo.
Y esto me parece una lección brutal. Porque nos han vendido la idea de que primero tienes que tener el producto terminado, el packaging perfecto, una tienda online, fotos de estudio y mil detalles… cuando en realidad, lo que necesitas es algo que mostrar y alguien a quien contárselo.
Cuando decides empezar un negocio desde cero el entorno más cercano es el primer filtro. Familia, amigos, conocidos… no tanto para que te compren por compromiso, sino para ver cómo reaccionan de forma natural a lo que haces. ¿Se emocionan? ¿Preguntan más? ¿Comparten? ¿Ignoran?
Esa respuesta es oro. Porque no es un estudio de mercado artificial, es la vida misma dándote feedback.
Así que si tienes una idea, un primer prototipo, una muestra o incluso solo una explicación clara de lo que quieres hacer… compártelo. Sube un post, envía un mensaje, cuéntalo en una comida. Observa. Escucha. Ajusta.
Las primeras ventas pueden llegar mucho antes de tener todo montado. Pero solo si te atreves a exponerte aunque no esté todo listo.
Colabora con alguien que ya tenga clientes
El valor de una red: cómo se multiplican las oportunidades al colaborar
Una de las claves que más nos repiten los emprendedores que entrevistamos es esta: no crezcas solo. Buscar aliados estratégicos al principio puede acelerar tu crecimiento más que cualquier inversión en publicidad.
Isabel, por ejemplo, no empezó vendiendo desde una tienda propia. Empezó colaborando, ofreciendo valor allí donde ya había atención. Y eso es algo que tú también puedes hacer. Busca una tienda que ya tenga tráfico, alguien que tenga una comunidad activa, un profesional que ofrezca servicios complementarios. Ofrécele una propuesta de valor que os beneficie a ambos.
A veces una sola colaboración te da visibilidad, validación y ventas. Porque no partes desde cero, partes desde la confianza que ya tiene el otro con su público. Y eso vale oro.
¿Tienes una idea que podría aportar valor a una marca, a una tienda local, a un creador de contenido? Hazle una propuesta honesta, corta y accionable. En el peor de los casos, te dice que no. En el mejor… abres una puerta que te hubiera costado años construir solo.
Aprende lo básico sobre finanzas y gestión
Sin gestión no hay libertad: por qué necesitas saber cómo entra y sale el dinero
Sin control de tu dinero, lo que tienes no es un negocio… es una montaña rusa emocional.
Isabel lo dijo alto y claro: formarse en gestión empresarial fue lo más importante para poder sostener su proyecto. Y no me extraña. Puedes tener talento, pasión y ventas… pero si no sabes cómo administrarlo, todo se te escapa entre los dedos.
Saber cuánto te cuesta producir, qué margen real tienes, cuántos meses podrías sobrevivir sin ingresos, o si ese pedido grande que te ilusiona realmente te va a dejar beneficio, no es opcional. Es supervivencia.
Y no necesitas ser un experto en Excel ni tener un máster. Solo necesitas entender lo básico:
- Qué entra cada mes
- Qué sale
- Cuánto te queda de verdad
- Dónde estás gastando de más
Cuando tomas el control, tomas decisiones con claridad. Y eso te da una libertad que no te da ningún éxito viral.

Lanza tu primer producto mínimo viable
Cómo tu primer cliente puede darte más feedback que cualquier mentor
Muchos emprendedores se paralizan en esta etapa. Creen que tienen que lanzar una colección, una línea completa, una oferta total. Pero la realidad es otra: tu primer producto no tiene que ser perfecto, solo tiene que existir.
Haz uno. Véndelo. Escucha. Mejora.
Isabel no esperó a tener un catálogo profesional para crear su empresa desde cero ni empezó con un muestrario de piezas únicas, lo hizo bajo demanda, una a una, validando poco a poco. Y cada clienta le daba más claridad sobre lo que funcionaba, lo que podía mejorar y hacia dónde ir.
Tu primer cliente es tu mejor escuela. Te dirá qué le gustó, qué cambiaría, cómo lo sintió. Y esa información es muchísimo más valiosa que cualquier asesoría de estrategia de marca.
Recuerda: no se trata de escalar al principio. Se trata de probar, cobrar y aprender. El MVP (producto mínimo viable) no es solo una herramienta técnica, es una mentalidad. Te ayuda a validar sin arriesgarlo todo, a crecer sin quemarte, y a corregir sobre la marcha.
Lanza aunque no esté perfecto
Esta es la clave para superar el miedo a emprender: autoconfianza
Si tuviera que elegir una palabra para resumir por qué tanta gente no empieza, sería esta: miedo. Y si tuviera que elegir una herramienta para combatirlo, te diría sin dudar: autoconfianza.
Porque el miedo no se va esperando. Se va haciendo.
Nadie nace con seguridad. Isabel también sintió dudas. Nosotros también. Lo que marca la diferencia no es la ausencia de miedo, es la decisión de avanzar a pesar de él. Y eso se entrena cada vez que das un paso.
Cuando lanzas un negocio desde cero algo sin tenerlo todo perfecto, tu confianza se fortalece. Porque demuestras que puedes actuar incluso sin garantías. Y eso es lo que cambia el juego.
Si esperas a que esté perfecto, nunca lo compartirás
Esta es otra trampa muy común: querer tenerlo “bien pulido” antes de mostrarlo. Y lo entiendo. Queremos que lo que hacemos represente bien quiénes somos. Pero ese deseo puede convertirse en un ancla si no lo gestionas, la clave para empezar un negocio desde cero es dar el paso y empezar, tomar acción.
Te lo digo sin rodeos: nunca va a estar perfecto. Nunca. Siempre habrá algo que podrías mejorar. Una imagen mejor. Un logo más limpio. Un texto más impactante.
Pero mientras tú esperas, hay alguien allá afuera lanzando con lo que tiene y aprendiendo a toda velocidad.
Así que publica. Cuenta tu historia. Muestra tu primer producto, aunque no sea el definitivo. Lo importante es empezar. Porque desde el momento en que compartes algo real, la rueda empieza a girar.
Emprender en una semana no es una locura. Lo que sí lo es, es pasarte años esperando a que llegue el momento perfecto. Porque ese momento no existe.
Si te ha resonado todo esto, si te ves reflejado en alguna parte de este post…
Entonces tienes que escuchar alguno de nuestros programas de “Emprende Sin Atajos”.
Te dejamos algunos episodios aquí abajo:
Elige uno. Y sigue creciendo.